jueves, 17 de octubre de 2019

La vieja Guardia

Extracto del libro: La vieja Guardia.

La enorme pantalla de video cobro vida de pronto, la tierra flotaba allí con sorprendente fidelidad.
—El único lugar donde hemos estado durante toda nuestra vida, todo lo que hemos conocido y amado está allí, y ahora la dejamos, ¿no os hace sentir algo?— pregunté
—Tristeza, pero no demasiada— dijo Jesse.
—Definitivamente no demasiada— convino Harry.
Luego se produjo un zumbido grave y una levísima vibración, los motores.
Y entonces, lentamente, la tierra empezó encogerse en la pantalla de video, todavía enorme, y todavía azul y blanco brillante, pero de manera clara e inexorable iba ocupando una porción cada vez más pequeña de la pantalla. Los varios cientos de reclutas que habíamos ido a mirar, la vimos reducirse en silencio. Me volví hacia Harry, quien a pesar de sus anteriores fanfarronadas parecía silencioso y reflexivo.
Jesse tenía una lágrima en la mejilla.
Nos quedamos allí sentados un rato más y vimos como todo lo que habíamos conocido en nuestra vida se encogía en la pantalla.

martes, 1 de octubre de 2019

Fahrenheit 451

Extracto de Fahrenheit 451 (Ray Bradbury 1953)

¿Cuántas te has tomado esta noche? ¡Las cápsulas! ¿Cuántas te tomarás después sin saberlo? ¡Y seguir así hora tras hora! y quizás no esta noche, sino mañana.
Y yo sin dormir esta noche, ni mañana, ni ninguna otra durante mucho tiempo,  ahora que esto ha empezado.
Se la  imaginó tendida en la cama con los dos operarios erguidos a su lado, no inclinados con preocupación, sino erguidos, con los brazos cruzados.
Y recordó haber pensado entonces que, si ella moría, estaba seguro que no había de llorar. Porque sería la muerte de una desconocida, un rostro visto en la calle, una imagen del periódico; y, de repente, le resultó todo tan triste que había empezado a llorar, no por la muerte, sino el pensar que no lloraría cuando su mujer muriera, un absurdo hombre vacío junto a una absurda mujer vacía, en tanto que la hambrienta serpiente la dejaba aún más vacía.
¿Cómo se consigue quedar tan vacío?— se preguntó.

lunes, 30 de septiembre de 2019

Invisible

Ella endureció su mirada.
—¿Te diste cuenta que me hice algo en pelo?— preguntó al fin, visiblemente molesta.
—Si
—¿Cuándo?
—Ayer
Silencio. Se sostuvieron la mirada unos segundos
—Y tu...¿Te diste cuenta que yo me corté el pelo, me recorté la barba y me afeité el bigote?
—Si, me di cuenta— mintió
—¿Cuando?
—Ayer
—El jueves...
Silencio.
—Te gusta hacer sentir mal a la gente ¿Verdad?
Ella se dio media vuelta y se fue.

miércoles, 25 de septiembre de 2019

Estrella de la mañana

Él despertó, se giró sobre su hombro izquierdo y la contempló.
El despertar de su mujer fue suave.
Levemente abrió los ojos y miró a su alrededor, sintió la mirada su esposo y sin decir palabra se incorporó. Sentada en la orilla de la cama, alzó los brazos, se desperezó y levantó lentamente, como una flor que se abre en primavera.
Su figura contrastaba con la luz que entraba a raudales por la ventana, su cuerpo maduro, su silueta de reloj de arena, sus vertiginosas curvas, su piel blanca, su fragancia, su hermoso rostro redondo de nariz pequeña y rasgos delicados, su cabello alborotado y exótico que tomaba un color anaranjado encendido al contacto con la luz de la mañana. Era una visión.
Vestía tan sólo un camisón corto, no era una prenda de alta lencería ni mucho menos, sino una sencilla pieza de algodón que le quedaba algo corta y que permitía mostrar sus piernas al completo.
Se dirigió al baño con el andar ligero y ágil propio de una bailarina, el sonido de sus pasos en el piso frío era como las gotas de una lluvia menguante y con cada zancada, su pequeño atuendo parecía recogerse, mostrando de manera sugerente la redondez de sus nalgas.
El tiempo pareció congelarse, afuera, el sonido de algunos pájaros recordaba que la primavera había iniciado hace algunas semanas, el clima era agradable y permitía a la pareja dormir ligeros de ropa, lo que despertaba cierta lujuria y en más de alguna ocasión acabaron haciendo el amor en la madrugada luego de una visita improvisada al baño o la cocina.
Ella volvía.
Lo miraba apoyada en el umbral de la puerta, su pie derecho cruzaba el izquierdo, su boca semi abierta mordía uno de sus dedos índices mientras su cuerpo hacía un leve vaivén. Su mirada era la de una niña que sabía que cometería una travesura.
Él sonrió.
Con agilidad felina se abalanzó en la cama, se montó sobre su hombre y comenzaron a besarse, su boca olía a manzana verde y menta.
Se quitó al fin la juguetona prenda de vestir que terminó el el suelo. Armada de su desnudez y su turgente figura se dispuso a ser disfrutada por su marido, éste, sediento y deseoso, la recorrió primero con la mirada, luego con las manos y finalmente con la lengua.
Mientras el poseído animal besaba su cuello, ella esbozó un largo quejido.
—Feliz cumpleaños— dijo ella al fin.
Él echó la cabeza para atrás y la miró una vez más, se sostuvieron la mirada unos segundos.
El hombre, ansioso de placer, comenzó a embestir penetraciones mientras besaba la boca de su deseada y ésta, por su parte, le mordía el labio al tiempo que clavaba sus caderas a las de él, y también arremetía con fuerza.

La acción siguió por largos minutos hasta que ambos hubieron saciado su deseo, dando paso a una tranquilidad placentera.
La mañana avanzó.

Luego de aquel vendaval de instintos les vino otro, tan primario como el anterior, ésta vez fue él quien se levantó.
Ella lanzó una sonrisa.
—Ahora te toca a ti preparar el desayuno— dijo, mientras se cubría con la ropa de cama hasta el cuello.
El hombre se detuvo en el umbral, giró levemente su cabeza y sonrió.
—¡No te atrevas!— amenazó la cansada hembra
—No estoy haciendo nada.
Se acercaba.
—Estoy hambrienta...
—Yo puedo solucionar eso.
Se escabullía entre las sábanas.
—¡No!— gritó la mujer entre risas mientras intentaba huir.
Él, a ciegas, la buscaba, sus ágiles manos se perdían en el cuerpo de ella.
Luego de unos segundos de risas, cosquillas y escapadas, el forcejeo había terminado. Ambos tapados completamente, sólo disfrutaban el calor del otro.
—Te amo— dijo una voz. La frase quedó flotando apenas audible, como si no quisiera escapar de aquel refugio.
—Y yo a ti— respondió la otra voz.
Se fundieron en un abrazo.

miércoles, 11 de septiembre de 2019

Ojos Verdes

La promesa de lluvia me obligó a dejar la bicicleta en casa y tomar el transporte público.
Con el retraso habitual y la somnolencia de una mañana fría, todo iba en orden.
Me senté en el lugar de siempre, he hice lo de siempre: saqué el libro de turno y comencé a leer.
Unas cuadras mas adelante subió una chica, de altura promedio, contextura normal, de tez blanca y rostro redondo, una nariz pequeña y unos hermosos ojos verdes que hacían juego con el extremo de su cabello, en su raíz, castaño.
Dueña de una seguridad aplastante, se sentó en los asientos invertidos que miran al fondo y sacó (lo que desde los 6 ó 7 metros que nos separaban parecía) un pan con lechuga el cual ávidamente empezó a comer.
La escena, sin razón alguna, me resultó graciosa.
Mientras yo seguía inmerso en el Apocalipsis zombie de Santiago Sánchez Pérez, percibí su mirada. Sus ojos parecían enormes, su mirada pesaba, penetraba de una forma incómoda y asfixiante. Le sostuve la mirada por unos segundos y la aparte, con un gesto que asumo, resultó ser muy infantil.
¿Qué pretendía aquella chica extraña de enormes ojos verdes?
Aquello no era un coqueteo, ella se había dado cuenta de mi incomodidad y al perecer encontró cierto placer en aquello. Y lo hizo otra vez.
Me fue imposible volver a mi lectura y definitivamente nunca me acercaría a hablar con ella, no soy de esos hombres, así que saqué mi teléfono y fingí estar revisando cosas sin importancia.
Traté de nublar la vista y mirar al frente, al horizonte, esperando mi bajada que se aproximaba. La espera fue más larga que de costumbre, una persona recién subida vio a la chica mirándome y después giró su cabeza en dirección hacia mi. También le sostuve la mirada unos segundos. Aquello era una mala broma.
Siempre he procurado mantener un bajo perfil, pasar desapercibido, indetectable, pero esa chica en ese pequeño espacio me las estaba poniendo realmente difíciles.
No hubo una sonrisa, no hubo una respuesta, solo su mirada y mi incomodidad.
Al bajar traté de evitar el buscar su rostro a través de la ventana, y al final lo hice igual. Sus ojos seguían ahí, puse una cara como queriendo decir "¿que pretendes?", esta vez sí hubo sonrisa, y se perdió en el recorrido de aquel bus 302.

lunes, 9 de septiembre de 2019

Inside

Otra vez esa pregunta.
Sé que me está hablando pero su voz se vuelve difusa, se pierde en el aire. Su rostro como sus palabras también se vuelven ilegibles, casi fantasmal.
Parece ser serio, quizá importante, asiento con la cabeza a lo que parece ser un consejo, mis oídos están en una burbuja donde sólo se percibe el silencio.
— ¿Me estás escuchando?— hace un gesto con la mano para llamar mi atención— ésto de verdad es importante.
— Lo siento, deben ser los medicamentos
— Lo entiendo, te lo preguntaré otra vez, ¿Has tenido ideas suicidas ésta semana?
— No, creo que estoy mejorando— miento.
— ok, eso está bien, muy bien, y ¿Algo que quieras compartir?
— Anoche soñé con mi hijo, ¿Cuándo podré verlo? — noto algo en su expresión, cree que no lo sé— ya ha pasado mucho, lo extraño.
— Bueno... Para eso son estas evaluaciones
— ¿Y cuando cree usted que podré ir a casa?— aunque conozco la respuesta, solo quiero incomodarlo
— Lo que yo crea no tiene importancia, tu caso se evalúa en una junta.
Percibo como empieza a golpear su cuaderno con el lápiz de forma compulsiva, sin duda miente, igual que yo, ambos sabemos que no saldré de aquí y solo estamos jugando un juego, midiendo fuerzas. Me encantaría medir la cantidad de fuerza necesaria para incrustar ese lápiz en su cráneo.
— Si, lo entiendo— nieblo la mirada, mi cabeza apunta al suelo.
— No te pongas así, siempre hay esperanza
— Si lo sé — (¿De dónde sacaron a éste tipo?).

jueves, 29 de agosto de 2019

Popular

Nunca fui muy popular en el colegio, en una ocasión me descubrieron escribiendo poemas, de inmediato el creativo del curso me bautizó como Neru (Porque el único poeta que él había oído nombrar era Neruda). La verdad es que él apodo no me molestaba, tampoco me provocaba un placer particularmente especial, me era indiferente.
Como era de esperar, doblaron esfuerzos, y como el simple hecho de decirme Neru no daba resultados, lo comenzaron a decir con una entonación muy aguda. Entiendo que la idea era desagradarme, pero en realidad me gustaba, porque se veían muy ridículos al decirlo, como el meme de la niña asiática que dice todo con ies.
Ahora que lo pienso, siento pena por ellos.

jueves, 8 de agosto de 2019

Cielo de nadie

El cielo no es de nadie.
De mi vejez surge la experiencia, el recuerdo dulce de los lugares que descubrí, las plantas que sembré, las minas que recorrí.
Aquel infinito prado amarillo, árboles jugando con el viento de ceniza, los cielos rojos y el luminoso mar azul.
Vendrán otros jóvenes y harán recuerdos nuevos, quizás harán suyas mis historias, harán propios mis planetas y surcarán el cielo infinito en mi sarcófago de recuerdos, haciendo suyas mis fragatas.
No hay reproche en mi reflexión, sólo un bello recuerdo, de noches enteras vagando en la oscuridad muda, con el firmamento como único compañero, y el sol como guardián silencioso; lleno de paz y la curiosidad que me hizo llegar a la montaña más alta sólo para ver el horizonte, y el horizonte de éste horizonte.
El cielo no es de nadie pero alguna vez lo sentí mío. Me sentí omnipresente, amo y señor de la paciencia, un trotador de mundos, surcardor de galaxias, descubridor de soles, como seguro se sentirán ellos. Y los otros después de ellos.

martes, 6 de agosto de 2019

Lo que le falta al tiempo (libro)

Extracto:

Un aguacero repentino se desató y fue bañandola hasta empaparle los huesos, su abrigo de lana destilaba agua, se largaba con el peso, cedía, se extendia ramificado, sembrandose en la acera como una enorme raíz. Sus pies seguían sin moverse.
Las lágrimas de Mazarine se fueron mezclando con la lluvia mientras Cádiz desaparecía del cristal, una sensación de orfandad y rabia la fue invadiendo agitandole el alma; sollozos crecían y la soledad se alargaba con su abrigo, sus raíces se clavaban en el cemento, era un árbol abandonado en medio de la nada. De repente el cielo se enfureció lanzando relámpagos frenéticos, espadas de plata que terminaron formando a su alrededor un círculo de luces y sombras que parecía protege. En su interior había dejado de llover.

jueves, 27 de junio de 2019

Animal

El aire frío de la mañana se cuela por la puerta de corredera abierta que da al balcón, me hiela un hombro, la incomodidad me despierta.
Me incorporo en la cama e instintivamente estiro mi mano para buscar algo de ropa. La cabeza me da vueltas.
Trato de mirar hacia afuera pero la luz entrante me aplasta.
Siento la boca amarga. Algo huele mal, creo que soy yo.
Sin poder abrir los ojos me pongo la camisa para calmar la sensación gélida, mi mano izquierda presiona mis lagrimales mientras la otra me sirve de soporte en la cama, que suave se siente.
De pronto una reflexión atraviesa mi cabeza adormilada: ¡yo no tengo balcón!
El subidón de adrenalina me despereza, instantáneamente me giro y la veo a ella, dormida, acurrucada en el lugar que ocupé hace escasos segundos ¿Quién es?
Estoy de pie junto a la cama mirando a aquella mujer extraña, su dormir no es agraciado, aunque profundo. Llevo mis dedos hasta mi pene, aún quedan restos de semen, una viscosidad agonizante, alzo mis dedos a mi nariz para hacer una última comprobación, huele a látex, siento alivio.
No es hasta ver la botella de vodka tirada en el piso que empiezan a brotar unos tímidos recuerdos, borrosos, destellantes. Le conozco, es su departamento.
Poco a poco las imágenes comienzan a ser reconocibles. Sonidos. Sensaciones. Olores.

La recuerdo: su rostro no es el más hermoso, su cuerpo no es el más apetecible, pero ha dejado de lado sus complejos e inseguridades y se somete a mi escrutinio, con eso es suficiente.
Ambos sabemos que de no ser por la botella de vodka me que he bebido a zancadas, yo no estaría desnudo en su cama, al parecer a ella no le importa. Todo me da vueltas a si que a mi tampoco me importa.
Cierro mis ojos y noto su peso sobre la cama, se acerca lentamente con agilidad felina. ¿Ella ha bebido? No lo recuerdo. Sus dedos comienzan a juguetear con mi pene, esta nerviosa, me doy cuenta, se rehúsa a tomarlo, sólo juegos, estoy impaciente y creo que eso es lo que quiere.
Recuerdo su rostro tímido, inexperto, con una coqueteria casi infantil. Acerca su boca a mi pene, percibo su aliento tibio, sus dedos, su juego. Un instinto básico colma mi mente. Mételo en tu boca de una puta vez —pienso.
Todo me da vueltas, me encuentro acelerado, eufórico pero distante, como si sólo fuera un espectador de mi, actuando de modo automático, torpe y primitivo. Ni siquiera puedo pensar en el momento en que mi mente tome acción de mi persona y tenga que verme enfrentado a mis decisiones, la idea se desvanece cuando su lengua recorre la punta de mi pene, húmeda, caliente.
Alzo mi cabeza para mirar la acción, su semblante ha cambiado, sus ojos me miran diferente, su aire tímido e infantil de ha evaporado dando paso a una expresión de perversión y lujuria. Comienza entonces una succión bestial que se prolonga por varios minutos, siento dolor, su andar frenético y bruto me obliga a arquear la espalda por miedo a que sus fauces se queden con mi miembro.
Hace una pausa para recuperar el aliento, miro sus ojos, su cabello negro se posa sobre su rostro dándole un toque más salvaje aún. Se inclina hacia la mesa de noche y saca un condón que lanza sobre mi pecho, la observo durante el recorrido sin decir una palabra, todo me da vueltas, y yo no estoy presente; de la mesa toma también una liga para el cabello, se hace una cola.
No alcanzo a notar cuando toma y abre el condón, sólo la veo ponerlo sobre mi adolorido y gastado miembro, pone sus labios sobre éste para fijar su posición y con una mano desliza el preservativo hacia abajo en una maniobra rápida y perfecta. ¿Cuántos condones habrá puesto así?
Noto su peso mecer la cama, de un lado a otro, se está montando sobre mi.
Ahora es mi turno —dice.
Siento sus caderas clavarme a la cama, su peso, sus vaivenes, la bestia ha recuperado el aliento y quiere más, más de mi.
La escucho bramar y yo solo espero que el efecto del vodka me dure lo suficiente, se inclina hacia mi, con su mano en mi nuca me acerca a ella, su boca huele a mi pene, me da un beso y luego pasa su lengua por mi boca de manera grotesca mientras arremete con mas fuerza, me quiere partir a la mitad.

Sigo de pie junto a la cama, mi lengua recorre mi boca, siento asco.
No recuerdo como acaba y no me importa. Me giro para buscar mis cosas, con una mirada rápida a la habitación logro localizar mis zapatos, mi teléfono, mis pantalones.
Antes de poder dar un paso escucho una voz. ¿Te vas tan pronto? —pregunta.
Cuando regreso el giro inicial mi pene golpea con algo, es su rostro, está recostada y quieta junto a mi y su nariz toca la punta de mi pene cansado y flacido. Miro su cuerpo desnudo, siento como una onda expansiva le recorre desde su vagina hacia todas partes, su respiración se agita, el golpe la ha excitado.
Levanta la vista, nuestros ojos de encuentran y ella esboza una sonrisa perversa, le sostengo la mirada unos segundos, siento pánico.

miércoles, 26 de junio de 2019

Libertad

Hay dignidad en desaparecer de una vida que no hemos escogido?.
Nuestros padres nos han quitado la libertad de elegir, nos han obligado a existir.
Somos seres humanos capturados en un cuerpo lleno de nosotros, atrapados bajo nuestra piel.
Nuestra libertad termina cuando nace nuestra existencia, somos, y estamos obligados a ser.
La cadena de la vida nos sermonea con cuentos de supervivencia, brota entonces un instinto primigenio por preservar algo tan frágil que no debería siquiera existir, sin una tarea, sin un propósito.
La muerte se transforma entonces en una broma macabra.
Los gigantes gaseosos ya existían millones de años antes de ti, y seguirán después de ti, hasta que cada vestigio de tu ínfima existencia se pierda como una pequeña mota de polvo flotando en la inmensidad del universo sin fin.
Si existe un Dios... que desperdicio el haber creado tan engorrosa y compleja comida de gusanos.

viernes, 14 de junio de 2019

Santiago

Enviado al concurso de micro cuentos: Santiago en 100 palabras.

Es otoño, el sol el en horizonte casi desaparece, son las 19 hrs y toca tomar la bicicleta y volver a casa.
Departamental, Salesianos, Carlos Valdovinos, Matta, 10 de Julio, Alameda.
Llegando al centro la caletera deja de sentirse fría, oscura y solitaria.
Las luces de los ciclistas te dan la bienvenida, salen a tu encuentro para hacerte compañía, las ciclovías te protegen del ímpetu de algunos, se sienten conocidas, cada curva, cada grieta se siente familiar. Los edificios altos te cubren del viento y sus luces decoran el paisaje, el cemento tibio te conforta y la ciudad te abriga.

Como cada día

Enviado al concurso de micro cuentos: Santiago en 100 palabras.

Ocurre todos los días, una vez al día, por la mañana frente al espejo...
Mirando a aquel extraño en el reflejo pienso en que después de esta vida no hay más... sólo el final... el vacío... el silencio.
Una angustia profunda me inunda el pecho y cuando las lágrimas comienzan a brotar siento a alguien a mis espaldas; todos tienen que ocupar el baño- me dice al pasar.
Quizá mañana- pienso.

Despedida ideal

Enviado al concurso de micro cuentos: Santiago en 100 palabras.

Pasé otra vez por la plaza afuera del colegio donde nos vimos por última vez. Mi mente se empeña en recordar las cosas como no sucedieron.
No era otoño, no era atardecer, no sonaba esa canción, nunca nos dijimos adiós, no eras perfecta.

martes, 16 de abril de 2019

Una vida

Esa canción me provoca nostalgia.
Tiene un sabor muy propio, sabe a amarillo, a niñez, a arena, a tibio.
Tengo 6 años, es un día de otoño de esos donde el sol ilumina más no calienta demasiado, está pronto a atardecer, yo estoy en una plaza jugando en la caja de arena, detrás mío hay uno de esos juegos metálicos con forma de iglú, tengo puesto ese chaleco verde de lana con un conejo en el pecho que mi madre tejió, ese que apretaba la cabeza y las orejas cuando me lo ponía, no hay ruido, me veo a mi mismo, alejado unos metros y desde la altura del suelo.
Frente a mi está ella, una niña, juega conmigo, no sé quien es pero si sé lo que representa.
Esa canción me provoca nostalgia.
Mi visión gira a nuestro alrededor lentamente mientras suena la canción, juegos de cámara, de desenfoque, como una película de autor, o algún vídeo musical.
Estoy dudando si la palabra es nostalgia, lo que acabo de describir, esta visión nunca sucedió, cada detalle fue implantado de forma consciente, no es un recuerdo pero podría jugar que se siente igual que uno.
La canción me provocaba algo, e intenta  evocar alguna emoción, pero fui incapaz de encajarla en algún lugar, así que invente un recuerdo.
Y quizá suene algo triste, pero no es el único.