jueves, 27 de junio de 2019

Animal

El aire frío de la mañana se cuela por la puerta de corredera abierta que da al balcón, me hiela un hombro, la incomodidad me despierta.
Me incorporo en la cama e instintivamente estiro mi mano para buscar algo de ropa. La cabeza me da vueltas.
Trato de mirar hacia afuera pero la luz entrante me aplasta.
Siento la boca amarga. Algo huele mal, creo que soy yo.
Sin poder abrir los ojos me pongo la camisa para calmar la sensación gélida, mi mano izquierda presiona mis lagrimales mientras la otra me sirve de soporte en la cama, que suave se siente.
De pronto una reflexión atraviesa mi cabeza adormilada: ¡yo no tengo balcón!
El subidón de adrenalina me despereza, instantáneamente me giro y la veo a ella, dormida, acurrucada en el lugar que ocupé hace escasos segundos ¿Quién es?
Estoy de pie junto a la cama mirando a aquella mujer extraña, su dormir no es agraciado, aunque profundo. Llevo mis dedos hasta mi pene, aún quedan restos de semen, una viscosidad agonizante, alzo mis dedos a mi nariz para hacer una última comprobación, huele a látex, siento alivio.
No es hasta ver la botella de vodka tirada en el piso que empiezan a brotar unos tímidos recuerdos, borrosos, destellantes. Le conozco, es su departamento.
Poco a poco las imágenes comienzan a ser reconocibles. Sonidos. Sensaciones. Olores.

La recuerdo: su rostro no es el más hermoso, su cuerpo no es el más apetecible, pero ha dejado de lado sus complejos e inseguridades y se somete a mi escrutinio, con eso es suficiente.
Ambos sabemos que de no ser por la botella de vodka me que he bebido a zancadas, yo no estaría desnudo en su cama, al parecer a ella no le importa. Todo me da vueltas a si que a mi tampoco me importa.
Cierro mis ojos y noto su peso sobre la cama, se acerca lentamente con agilidad felina. ¿Ella ha bebido? No lo recuerdo. Sus dedos comienzan a juguetear con mi pene, esta nerviosa, me doy cuenta, se rehúsa a tomarlo, sólo juegos, estoy impaciente y creo que eso es lo que quiere.
Recuerdo su rostro tímido, inexperto, con una coqueteria casi infantil. Acerca su boca a mi pene, percibo su aliento tibio, sus dedos, su juego. Un instinto básico colma mi mente. Mételo en tu boca de una puta vez —pienso.
Todo me da vueltas, me encuentro acelerado, eufórico pero distante, como si sólo fuera un espectador de mi, actuando de modo automático, torpe y primitivo. Ni siquiera puedo pensar en el momento en que mi mente tome acción de mi persona y tenga que verme enfrentado a mis decisiones, la idea se desvanece cuando su lengua recorre la punta de mi pene, húmeda, caliente.
Alzo mi cabeza para mirar la acción, su semblante ha cambiado, sus ojos me miran diferente, su aire tímido e infantil de ha evaporado dando paso a una expresión de perversión y lujuria. Comienza entonces una succión bestial que se prolonga por varios minutos, siento dolor, su andar frenético y bruto me obliga a arquear la espalda por miedo a que sus fauces se queden con mi miembro.
Hace una pausa para recuperar el aliento, miro sus ojos, su cabello negro se posa sobre su rostro dándole un toque más salvaje aún. Se inclina hacia la mesa de noche y saca un condón que lanza sobre mi pecho, la observo durante el recorrido sin decir una palabra, todo me da vueltas, y yo no estoy presente; de la mesa toma también una liga para el cabello, se hace una cola.
No alcanzo a notar cuando toma y abre el condón, sólo la veo ponerlo sobre mi adolorido y gastado miembro, pone sus labios sobre éste para fijar su posición y con una mano desliza el preservativo hacia abajo en una maniobra rápida y perfecta. ¿Cuántos condones habrá puesto así?
Noto su peso mecer la cama, de un lado a otro, se está montando sobre mi.
Ahora es mi turno —dice.
Siento sus caderas clavarme a la cama, su peso, sus vaivenes, la bestia ha recuperado el aliento y quiere más, más de mi.
La escucho bramar y yo solo espero que el efecto del vodka me dure lo suficiente, se inclina hacia mi, con su mano en mi nuca me acerca a ella, su boca huele a mi pene, me da un beso y luego pasa su lengua por mi boca de manera grotesca mientras arremete con mas fuerza, me quiere partir a la mitad.

Sigo de pie junto a la cama, mi lengua recorre mi boca, siento asco.
No recuerdo como acaba y no me importa. Me giro para buscar mis cosas, con una mirada rápida a la habitación logro localizar mis zapatos, mi teléfono, mis pantalones.
Antes de poder dar un paso escucho una voz. ¿Te vas tan pronto? —pregunta.
Cuando regreso el giro inicial mi pene golpea con algo, es su rostro, está recostada y quieta junto a mi y su nariz toca la punta de mi pene cansado y flacido. Miro su cuerpo desnudo, siento como una onda expansiva le recorre desde su vagina hacia todas partes, su respiración se agita, el golpe la ha excitado.
Levanta la vista, nuestros ojos de encuentran y ella esboza una sonrisa perversa, le sostengo la mirada unos segundos, siento pánico.

miércoles, 26 de junio de 2019

Libertad

Hay dignidad en desaparecer de una vida que no hemos escogido?.
Nuestros padres nos han quitado la libertad de elegir, nos han obligado a existir.
Somos seres humanos capturados en un cuerpo lleno de nosotros, atrapados bajo nuestra piel.
Nuestra libertad termina cuando nace nuestra existencia, somos, y estamos obligados a ser.
La cadena de la vida nos sermonea con cuentos de supervivencia, brota entonces un instinto primigenio por preservar algo tan frágil que no debería siquiera existir, sin una tarea, sin un propósito.
La muerte se transforma entonces en una broma macabra.
Los gigantes gaseosos ya existían millones de años antes de ti, y seguirán después de ti, hasta que cada vestigio de tu ínfima existencia se pierda como una pequeña mota de polvo flotando en la inmensidad del universo sin fin.
Si existe un Dios... que desperdicio el haber creado tan engorrosa y compleja comida de gusanos.

viernes, 14 de junio de 2019

Santiago

Enviado al concurso de micro cuentos: Santiago en 100 palabras.

Es otoño, el sol el en horizonte casi desaparece, son las 19 hrs y toca tomar la bicicleta y volver a casa.
Departamental, Salesianos, Carlos Valdovinos, Matta, 10 de Julio, Alameda.
Llegando al centro la caletera deja de sentirse fría, oscura y solitaria.
Las luces de los ciclistas te dan la bienvenida, salen a tu encuentro para hacerte compañía, las ciclovías te protegen del ímpetu de algunos, se sienten conocidas, cada curva, cada grieta se siente familiar. Los edificios altos te cubren del viento y sus luces decoran el paisaje, el cemento tibio te conforta y la ciudad te abriga.

Como cada día

Enviado al concurso de micro cuentos: Santiago en 100 palabras.

Ocurre todos los días, una vez al día, por la mañana frente al espejo...
Mirando a aquel extraño en el reflejo pienso en que después de esta vida no hay más... sólo el final... el vacío... el silencio.
Una angustia profunda me inunda el pecho y cuando las lágrimas comienzan a brotar siento a alguien a mis espaldas; todos tienen que ocupar el baño- me dice al pasar.
Quizá mañana- pienso.

Despedida ideal

Enviado al concurso de micro cuentos: Santiago en 100 palabras.

Pasé otra vez por la plaza afuera del colegio donde nos vimos por última vez. Mi mente se empeña en recordar las cosas como no sucedieron.
No era otoño, no era atardecer, no sonaba esa canción, nunca nos dijimos adiós, no eras perfecta.