jueves, 29 de agosto de 2019

Popular

Nunca fui muy popular en el colegio, en una ocasión me descubrieron escribiendo poemas, de inmediato el creativo del curso me bautizó como Neru (Porque el único poeta que él había oído nombrar era Neruda). La verdad es que él apodo no me molestaba, tampoco me provocaba un placer particularmente especial, me era indiferente.
Como era de esperar, doblaron esfuerzos, y como el simple hecho de decirme Neru no daba resultados, lo comenzaron a decir con una entonación muy aguda. Entiendo que la idea era desagradarme, pero en realidad me gustaba, porque se veían muy ridículos al decirlo, como el meme de la niña asiática que dice todo con ies.
Ahora que lo pienso, siento pena por ellos.

jueves, 8 de agosto de 2019

Cielo de nadie

El cielo no es de nadie.
De mi vejez surge la experiencia, el recuerdo dulce de los lugares que descubrí, las plantas que sembré, las minas que recorrí.
Aquel infinito prado amarillo, árboles jugando con el viento de ceniza, los cielos rojos y el luminoso mar azul.
Vendrán otros jóvenes y harán recuerdos nuevos, quizás harán suyas mis historias, harán propios mis planetas y surcarán el cielo infinito en mi sarcófago de recuerdos, haciendo suyas mis fragatas.
No hay reproche en mi reflexión, sólo un bello recuerdo, de noches enteras vagando en la oscuridad muda, con el firmamento como único compañero, y el sol como guardián silencioso; lleno de paz y la curiosidad que me hizo llegar a la montaña más alta sólo para ver el horizonte, y el horizonte de éste horizonte.
El cielo no es de nadie pero alguna vez lo sentí mío. Me sentí omnipresente, amo y señor de la paciencia, un trotador de mundos, surcardor de galaxias, descubridor de soles, como seguro se sentirán ellos. Y los otros después de ellos.

martes, 6 de agosto de 2019

Lo que le falta al tiempo (libro)

Extracto:

Un aguacero repentino se desató y fue bañandola hasta empaparle los huesos, su abrigo de lana destilaba agua, se largaba con el peso, cedía, se extendia ramificado, sembrandose en la acera como una enorme raíz. Sus pies seguían sin moverse.
Las lágrimas de Mazarine se fueron mezclando con la lluvia mientras Cádiz desaparecía del cristal, una sensación de orfandad y rabia la fue invadiendo agitandole el alma; sollozos crecían y la soledad se alargaba con su abrigo, sus raíces se clavaban en el cemento, era un árbol abandonado en medio de la nada. De repente el cielo se enfureció lanzando relámpagos frenéticos, espadas de plata que terminaron formando a su alrededor un círculo de luces y sombras que parecía protege. En su interior había dejado de llover.