jueves, 8 de agosto de 2019

Cielo de nadie

El cielo no es de nadie.
De mi vejez surge la experiencia, el recuerdo dulce de los lugares que descubrí, las plantas que sembré, las minas que recorrí.
Aquel infinito prado amarillo, árboles jugando con el viento de ceniza, los cielos rojos y el luminoso mar azul.
Vendrán otros jóvenes y harán recuerdos nuevos, quizás harán suyas mis historias, harán propios mis planetas y surcarán el cielo infinito en mi sarcófago de recuerdos, haciendo suyas mis fragatas.
No hay reproche en mi reflexión, sólo un bello recuerdo, de noches enteras vagando en la oscuridad muda, con el firmamento como único compañero, y el sol como guardián silencioso; lleno de paz y la curiosidad que me hizo llegar a la montaña más alta sólo para ver el horizonte, y el horizonte de éste horizonte.
El cielo no es de nadie pero alguna vez lo sentí mío. Me sentí omnipresente, amo y señor de la paciencia, un trotador de mundos, surcardor de galaxias, descubridor de soles, como seguro se sentirán ellos. Y los otros después de ellos.