miércoles, 11 de marzo de 2020

Último Aliento.

El viaje había estado algo agitado, y otra vez el pequeño Ajhüü no podía conciliar el sueño, se levantó adormilado y emprendió la búsqueda de su padre. El metal del piso se sintió frío y el pequeño se estremeció, continuó su vacilante andar mientras con sus manos se frotaba los ojos.

—No me siento bien —dijo cuando al fin vio a su padre, quien descansaba en una silla mientras sostenía una tableta semi transparente, dejó el aparato a un lado y se arrodilló para quedar a la altura del pequeño.
—¿Estas bien?, déjame revisarte —dijo Ajhüar, mientras que con un parpadeo de sus negros y alargados ojos activó el sensor de su retina. Examinó al niño de arriba a abajo: estructura de ADN, densidad ósea, sistema circulatorio, sistema respiratorio, síntesis proteica, niveles de radiación; buscó bacterias, parásitos, virus, contó glóbulos rojos, blancos y azules, midió temperatura y por último la tasa de crecimiento diario esperado. Todo estaba normal. Quizá sólo sea el viaje —pensó.
En ese momento la madre de Ajhüü y compañera de viaje de Ajhüar entró en la sala.
—Quizá podriamos bajar un poco la velocidad, yo también me siento algo mareada —la dulce voz de Khüov inundó la habitación, como el más fino perfume hecho en las lunas de Vega.
—Creo que será lo mejor —respondió Ajhüar, alzó a su hijo en brazos y lo llevó a descansar—, hazlo—agregó.
Ajhüar salió de la sala.
—Kanary, responde —llamó Khüov.
Si mi señora —respondió la nave.
—Vamos a bajar un poco la velocidad, recupera algo de masa pero calcula cuanto podemos disminuir, no queremos llegar después del evento.
Calculando —hizo una pausa— recuperando un 30% de masa alcanzaríamos un 55% de velocidad en relación a la luz, tomando en cuenta la contracción de longitud entre nuestra posición y el destino, estamos a 1,4 parsecs...
—¿En tiempo kanary? —la interrumpió Khüov.
Según el tiempo atómico universal, llegaríamos a destino dentro de 16 horas, mi señora.
—¿Antes del evento?
—Así es mi señora, antes del evento.
Muy bien, hazlo. Y otra cosa Kanary, ¿Cuántas veces te he dicho que sólo me llames Khüov?, que me digas señora me hace sentir muy vieja.
El señor insistente en que la trate de señora, señora.
Yo me ocupo de él, tu sólo obedece.
Entendido Khüov. Reduciendo velocidad.

En ese momento Khüov, Ajhüar y el pequeño Ajhüü sintieron como una leve opresión en pecho se desvanecia. Llevaban un par de días de viaje y casi se habían habituado a tener esa presión de las fuerzas G interactuando con ellos, el bajar un poco la velocidad les hizo sentir más aliviados, sobre todo al niño, el menos acostumbrado de los cuatro, ya que traslados tan largos o a tales velocidades no eran muy comunes ni necesarios. Kanary tampoco estaba habituada a esos viajes, era una nave antigua de uso casi doméstico, con el espacio justo para que una familia de tres personas no se sintieran como sardinas: tres habitaciones, bodega, cabina y lo típico que tenían las naves del antiguo modelo K-NY. Si bien podía aguantar una que otra travesía por el universo, ese no era  ni de cerca su especialidad, pero ésta era una ocasión especial y requería de todo el empuje que la pequeña Kanary tuviera para dar.
Hace milenios que todas las naves por regla estándar tenían un compensador de masa, lo que hacía posible alcanzar velocidades cercanas a la de la luz, con la tecnología del resonador cuántico alimentado con fusión de Cabalita marciana, las naves podian imitar las propiedades del fotón y con los motores conversores de masa negativa, podían tomar toda la energía oscura del espacio y volverla energía impulsora.

Ajhüar miraba a su pequeño que estaba tendido en su cama, su respirar calmo le parecía hipnótico, con sus ojos recorrió el pequeño cuerpo de su hijo y sintió como el amor se le desbordaba. Justo en ese momento un mensaje apareció en la parte inferior derecha de su campo de visión. Con un pensamiento lo abrió.

—[¿Lo notas?, yo si, ¡mucho mejor!]
—[Pero, ¿Llegaremos a tiempo?]
—[Tu tranquilo, ya me ocupe de eso, ¿Vienes?]
—[Si, voy]

La Conexión Cerebral® obligatoria era mucho más rápida que la comunicación verbal, por eso mismo era muy raro ver a dos personas usando palabras cuando no existía ninguna necesidad de hacerlo, podían mantener una conversación ó incluso intercambiar cientos de datos a una velocidad frenética sin perder un segundo la atención, sus cerebros estaban diseñados y modificados para eso, pero Khüov y Ajhüar amaban lo antiguo, y siempre que estaban uno frente al otro hablaban con su voz, sentían cierto placer en ser los únicos en comunicarse como lo hacían los humanos eones atrás, por esa razón habían retrasado la inserción del cerebro mejorado en el pequeño Ajhüü, y preferían ellos mismos educar a su hijo de manera verbal en vez de verter millones de datos en su cabeza.
Cuando Ajhüar entró a la sala, Khüov estaba recostada leyendo un libro, o la versión digital de uno en su tableta. Su cuerpo alargado ocupaba todo el sillón donde se encontraba. Su piel lampiña era de un tono gris con brillos azulados, aparentaba la delgadez de un perro Galgo de aspecto humanoide, era alta para su raza pero sólo unos centímetros más pequeña que Ajhüar, tenía una leve insinuación de un busto y las caderas levemente más anchas que un hombre, remanentes evolutivos de su antepasado terrícola. Sus ojos eran completamente negros ya que sus pupilas habían ganado terreno y constituían el 70% del órgano ocular, eran grandes, alargados y terminaban en punta, sobre ellos una delgada línea a modo de ceja que respondía más a asuntos estéticos que prácticos. Una nariz casi inexistente con dos pequeñas fosas y un labio superior más desarrollado que el inferior. Las orejas no eran más que un leve brote y su cabeza era completamente calva, un complejo que solucionaron muy elegantemente con el uso de una peluca, en el caso de Khüov, una hermosa melena rubia que le llegaba hasta los hombros. Si algo había sobrevivido a las vicisitudes del tiempo y el espacio a lo largo y ancho de toda la galaxia, era la vanidad femenina.
Khüov se hizo a un lado y con uno de sus cuatro dedos presionó un botón del sillón, lo que hizo que éste se extendiera haciendo espacio para una persona más, con la maniobra su tableta cayó al suelo, Ajhüar se agachó para recoger el aparato y le dio un vistazo rápido mientras se ponía en pie. «Escrito por LG: Proyecto Exodus» ponía la portada.

A pesar de tener miles de relatos y obras las cuales podían ingresar directamente en sus cerebros, bibliotecas enteras con todo el conocimiento adquirido hasta ahora por todas las razas conocidas, ambos gustaban de leer, de sentir como recorrían las palabras escritas y hacer una imagen mental del relato, no sólo adquirir información sin más, sino que revivir experiencias, vivir aventuras, y si eran obras anteriores a la migración de las colonias, tanto mejor.
Ajhüar había crecido en un planeta mercante llamado Qurs-09, estaba formado por un mega continente convertido casi en su totalidad en ciudad, con un enorme puerto espacial donde las naves y los cargueros se abastecían y transaban sus productos. Al crecer se hizo del negocio familiar y se interesó en las antigüedades, adquiriendo los objetos más interesantes y exóticos que se podían encontrar por todo el borde exterior de la constelación de PaX.
Khüov se había dedicado a la arqueología, había crecido en una nave colonia que se había asentado cerca de una de las lunas de Qurs-09, recorría los restos de las colonias de la época de las migraciones buscando objetos y reliquias ó aveces sólo escuchando historias antiguas y absorbiendo sus ruinas culturales, ambos eran amantes del pasado y su unión fue sólo una consecuencia lógica esperando ocurrir, sólo bastó coincidir en el mismo lugar y en el mismo tiempo.

—¿Libro nuevo? —preguntó Ajhüar mientras le entregaba la tableta.
—¿Recuerdas esa nave que la armada de PaX recuperó del borde exterior? —dijo Khüov muy entusiasmada.
—Donde conseguiste esas recetas para el pollo —respondió él.
Khüov ignoró el comentario.
—Una nave muy vieja que estaba a la deriva —continuó ella—, bueno, la cosa es que era más antigua de lo que se pensaba, había estado en el espacio por cientos de años, ¡Quizá miles!, dentro habían un montón de servidores, computadoras antiquísimas de la época de las migraciones o por ahí, y en ellas habían cientos de miles de terabits de datos, ¡Cientos de miles!, muchos escritos y relatos en lenguas muertas, las bitácoras decían que habían captado una señal de algo llamado Internet que viajaba por el espacio hace millones de años, ¿lo puedes creer?, guardaron todos los datos y después cuando lo revisaron ¡Encontraron todo eso y más!, ¡Una verdadera locura! —exclamó la joven.
—Recuerdo que lo mencionaste —dijo Ajhüar en tono divertido—, ¿De ahí salió ese libro? —preguntó.
Ella guardo silencio y miró el escrito que tenía en su mano.
—¿Alguno habrá imaginado éste momento? —preguntó ella, más para si misma que para su acompañante.
—Imagino que si —respondió él.
—Eso espero.
Se abrazaron y se quedaron profundamente dormidos.

Las 16 hrs restantes pasaron rápido y sin darse cuenta se encontraron en su destino: una nebulosa planetaria joven cuyo núcleo solar despedia enormes pulsos de energía, liberando capas externas de su atmósfera al espacio.

Iniciando detención en zona segura —dijo kanary.
—Cuando estés lista lanza la boya.
La nave emitió un sonido y se detuvo lentamente.
Boya lanzada señor, Sistema de Posicionamiento Universal activado.
—¿Alguna señal de Hank?
Kanary hizo una comprobación.
Ninguna señor —respondió, hizo una pausa y agregó—, ¿Quiere que le avise si lo encuentro en la zona?
Si por favor.
Khüov entró a la cabina con Ajhüü en sus brazos.
—¿Ya llegamos?, ¿Llegamos? —exclamó el niño.
—Se despertó muy inquieto —inquirió su madre.
—Así es, ya llegamos —respondió Ajhüar.
—Muestrame, ¿en que parte de la galaxia estamos?, cuéntame, muestrame todo, ¿de ese planeta vino el abuelo? Que grande que es, ¡Y tantas lunas!, y ese gigante azul que está allá, ¿Cómo se llama? —Ajhüü estaba muy emocionado.
—Calma, calma... acompañame y escucha con atención —Ajhüar guió a su hijo a la ventana—, ese planeta que ves ahí, ese gigante gaseoso, es Júpiter.
El pequeño estaba asombrado.
—¿De ahí viene el abuelo?
—No, tu abuelo así como nosotros, nació el Qurs, pero muchos abuelos más atrás, muchos muchos... si —hizo una pausa y llevó la mirada del niño hacia el punto blanco en medio de la nebulosa, y continuó—. Cuando esa pequeña estrella que ves ahí era joven, la humanidad surgió en el tercer planeta, el hijo predilecto del sol, el planeta Tierra, y así fue durante milenios, cuando el combustible del sol se fue agotando y éste se hizo más grande, derritió el hielo de su vecino, Marte, y la humanidad se instaló en ese planeta rojo, y durante mucho tiempo, miles de mineros crearon enormes ciudades, taladraron y sacaron todo el mineral valioso de Marte. Cuando el sol se hizo más grande aún, la humanidad se fue a una de esas lunas de Júpiter, donde el agua se había vuelto líquida.
—¿Y la tierra? —preguntó Ajhüü.
—El sol se tragó los tres primeros planetas, el pequeño Mercurio, la bella Venus, y nuestra querida Tierra. La gente de Marte emigró hacia otros gigantes rocosos donde poder extraer minerales, el resto de personas que llegó a la luna Europa, surgió como comerciantes, y durante milenios la humanidad vivió allí y en otras lunas cercanas. Luego el sol dejó de ser una gigante roja y comenzaron los pulsos, allí fue la época de las migraciones, toda la humanidad que se había instalado en las lunas de Júpiter y Saturno, buscaron mejores lugares donde vivir, nuestro sol era incapaz de sostener la vida, y como la tecnología había alcanzado su punto máximo, los seres humanos se dispersaron por la galaxia. Cientos de naves colonia viajaron durante siglos hasta encontrar un planeta habitable, tu madre nació en una de esas naves.
—Pero la nuestra, llevaba mucho tiempo sin viajar, ya habíamos llegado cuando yo nací —comentó la madre.
—¿Y tu papá? —preguntó el infante, quien oía el relato con suma atención.
—Como te dije, yo, mi padre, y el padre de mi padre nacimos en Qurs. Pero todos nuestros antepasados se remontan hasta acá.
—¿Por eso vinimos?
—Así es —respondió la madre—, luego de los pulsos, el sol fue liberando más y más energía, lanzando parte de él al espacio, de ahí surge esta nebulosa, y durante siglos ha estado agotandose, hasta éste momento, donde pronto emitirá su último pulso.
—¿Y después?
—Después se irá apagando, lenta y pausadamente, hasta volverse una enana negra —respondió él padre.
—Es muy triste —reflexionó el niño, pegando su rostro al cristal mirando la pequeña estrella.
Los tres quedaron en silencio.
18 minutos para el evento, 13 minutos para impacto de onda expansiva —Se escuchó decir a Kanary por los altavoces.
Ajhüar miró la soledad del espacio por la ventana.
—Y parece que seremos los únicos —dijo.
Los tres esperaron junto a la ventana, no pudieron evitar sentir algo de pena al presenciar la muerte definitiva del Sol en tal abandono. Ajhüar abrazó muy fuerte a su familia. Los minutos avanzaban.

Javelyn 7 saliendo del hiperespacio, llamada entrante de: Hank, «El último pirata», señor. —Dijo de pronto Kanary.
Khüov lanzó una enorme carcajada. Que idiota —pensó.
—¡Hola-hola renacuajo! —saludó el recién llegado.
—Hola-hola vaquero —contestó Ajhüar.
Una imagen holográfica apareció en la cabina, en ella, un hombre de mediana edad, de piel blanca y porosa, de cabello natural color castaño, de ojos pequeños y juntos, una pupila pequeña de color tabaco resaltaba en el fondo blanco de sus ojos, de cabeza redonda y orejas pronunciadas, saludó con su extraña mano de cinco dedos y una enorme sonrisa mostrando el blanco de sus dientes.
—Hola Hank —saludó Khüov.
—Hola cariño, ¿Qué tal te trata el sinvergüenza este?
—No me quejo.
—¡Tío Hank!
—¡Hola pequeño Juu!
—Pensé que no llegarías —comentó Ajhüar.
—No me lo perdería por nada.
—Al menos no estaremos solos.
—¿Sólos? ¡Ni de coña!, ya viene la caballería.
—¡¿Qué?!
Multiples naves saliendo del hiperespacio, señor.

Se asomaron rápidamente a la ventana, para presenciar el momento justo en que cientos de naves salían del hiperespacio en enormes destellos de luz, cada una más brillante que la anterior, la nebulosa lucía hermosa: sus grandes nubes azul escarlata de hidrógeno resplandecían con el brillo de las naves entrantes contrastando con la negrura del vacío, el cúmulo de helio dorado que parecía perpetuo, enorme y brillante, cubría la escena de un misticismo peculiar, una sensación de presenciar un evento único en la simple e insignificante vida de un individuo, el universo muchas veces testigo, regalaba esta hermosa postal a quien quisiera mirar, el pequeño sol, blanco y brillante preparaba su despedida, un último suspiro, un aliento final antes de desaparecer de la existencia.
Poco a poco el espacio quedó cubierto por gigantes metálicos provenientes de todos los rincones de la galaxia: la gran nave minera de los descendientes humanos de Marte, Cerberus Bae III proviniente del gigante rocoso de Endor-4; Fragatas de batalla del Escuadrón Fantasma de Elora Danna; Tres corbetas oficiales del Imperio de la lejana galaxia de Trántor; El maravilloso Estrella de la mañana, un enorme crucero de lujo de casi 5000 pies de eslora y una capacidad de más de 1500 almas; Enormes buques y cargueros de la armada Coreliana descendientes de los primeros colonos; Naves insignia de los representantes de la estación de comercio Saturno 1 de los humanos descendientes de sus lunas; La Kgöör X; La Hyperion; La Destiny; Agregados culturales de la Omza Uni viajando en Pez 3ro; El Destructor de Lunas del Caballero de la Ceniza del antiguo ejército de Júpiter; representantes humanos de las colonias en el sistema Sagan; turistas y curiosos; y todo aquel que de una forma u otra sintiera que era su deber presenciar ese momento, por toda la humanidad que cubre el universo.
Y tal como hace millones de años atrás, y a pesar de las diferencias culturales y evolutivas, todos ellos no eran más que un grupo de personas presenciando un evento antológico imperdible.

Último pulso solar emitido, capas externas de atmósfera agotadas, el brillo y onda de choque serán perceptibles en cuatro minutos y cincuenta y ocho segundos, energía de escudos al 100%, preparados para impacto.

Ajhüar que sostenía la mano de Khüov se agachó hasta la altura de su hijo y le dijo:

—Nunca olvides que estamos aquí para decir adiós, pero más que eso, estamos todos aquí para recordar, recordar de donde vinimos y ver hasta donde hemos llegado, nada de esto hubiera sido posible si nuestros antepasados no hubieran soñado con conquistar el espacio, más allá de las inminentes catástrofes, el deseo irrefrenable de llegar donde nadie antes había llegado, de surcar esos cielos vírgenes sin temor a lo desconocido, de subir montañas solo para ver que hay más allá, cada vida perdida, cada viaje realizado, cada invento, cada idea nos volvió quienes somos, y está en nuestras manos hacer que todos esos sacrificios hayan valido la pena, ese deseo, esa pasión, esa esperanza, es el más grande legado que nos pudo dejar la humanidad, por eso estamos hoy aquí, estamos todos aquí, no sólo para decir adiós, sino también para decir gracias.
—Nunca lo olvidaré papá.