viernes, 6 de marzo de 2020

Marcus. (extracto del libro La verdad sobre el caso Harry Quebert)

—Recuerdo cuando eras estudiante y venías al Clark’s con Harry para corregir tus textos. Te hacía trabajar como a una mula. Os pasabais horas allí, en su mesa, releyendo, tachando, volviendo a empezar. Recuerdo que en tus temporadas aquí se os veía a ti y a Harry salir a correr al alba con esa disciplina de hierro. Cuando venías, resplandecía, ¿sabes? Cambiaba radicalmente. Y todo el mundo sabía que ibas a venir porque ya estaba anunciándolo días antes. Repetía: «¿Ya os he dicho que Marcus viene a visitarme la semana que viene? Menudo tipo extraordinario. Llegará lejos, lo sé». Tus visitas le cambiaban la vida. Tu presencia le cambiaba la vida. Porque nadie dudaba de lo solo que se sentía Harry en su gran casa. El día que entraste en su vida, desordenaste todo. Fue un renacimiento. Como si el viejo solitario hubiese conseguido que alguien le quisiese. Tus estancias aquí le venían muy bien. Después, cuando te ibas, nos seguía dando la lata: Marcus por aquí, Marcus por allá. Estaba tan orgulloso de ti. Orgulloso como un padre puede estarlo de su hijo. Eras el hijo que nunca tuvo. Hablaba de ti todo el rato: nunca dejaste Aurora, Marcus. Y entonces, un www.lectulandia.com - Página 121 día, te vimos en el periódico. El fenómeno Marcus Goldman. Había nacido un gran escritor. Harry compró todos los periódicos del supermercado, invitó a rondas de champán en el Clark’s. Por Marcus, ¡hip, hip, hurra! Y te vimos en la tele, te escuchamos en la radio, en todo el país no se hablaba más que de ti y de tu libro.
Compró docenas de ejemplares, los regalaba a todo el mundo. Y nosotros le preguntábamos cómo te iba, cuándo te volveríamos a ver. Y él respondía que seguro que estabas bien, pero que no sabía mucho de ti. Que debías de estar muy ocupado.
Dejaste de llamar de la noche a la mañana, Marc. Estabas tan ocupado haciéndote el importante, saliendo en los periódicos y hablando en la televisión, que le abandonaste. No volviste por aquí. Él, que estaba tan orgulloso de ti, que esperaba una pequeña señal por tu parte que nunca llegó. Lo habías conseguido, te habías ganado la gloria, así que ya no le necesitabas.
—¡Eso no es verdad! —exclamé—. Me dejé llevar por el éxito, pero pensaba en él. Todos los días. No tuve ni un segundo libre.
—¿Ni siquiera un segundo para llamarle?
—¡Por supuesto que le llamé!
—Le llamaste cuando estabas con la mierda hasta el cuello, eso fue. Porque después de haber vendido no sé cuántos millones de libros, al señor gran escritor le dio el canguelo y ya no supo qué más escribir. Ese episodio también lo vivimos en directo, así es como lo sé. Harry, en la barra del Clark’s, muy inquieto porque acaba de recibir una llamada tuya, que estás muy deprimido, que ya no tienes ideas para escribir, que tu editor se va a quedar con tu querida pasta. Y de pronto apareces de nuevo en Aurora, con tus ojos de perro apaleado, y Harry haciendo todo lo posible por subirte la moral. Pobre escritorcillo infeliz, ¿sobre qué vas a escribir? Hasta que se produce el milagro, ya hace dos semanas: estalla el escándalo y ¿quién reaparece por aquí? El bueno de Marcus. ¿Qué coño estás haciendo en Aurora, Marcus?
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