sábado, 4 de julio de 2015

Ly-bído (Primera Parte)

Sin tener nada claro en su mente decidió caminar para aclarar sus ideas, la noche estaba fresca, como los primeros días de septiembre.
Lo poseía una rabia desmedida, la cual no entendía bien porque, desde luego no tenia derecho a reclamo alguno, ambos se estaban engañando hace mucho tiempo ya, desde luego no era una sorpresa.
Quizá lo que le molestaba en realidad era la normalidad que había tomado todo, desde luego no esperaba encontrar a su mujer siendo infiel, mucho menos con otra mujer.
La rabia en algo la entendía, pero había algo en la escena que le perturbaba, algo en el fondo del estomago no le dejaba tranquilo.
En una actitud un poco de venganza, un poco por gusto y un poco por frío, decidió entrar a un local para caballeros, donde las mujeres se exhiben con poca, o sin prenda alguna.
El primer contacto una vez dentro fue abrumador, una mujer ya de edad avanzada lo recibió, calculó unos 55 o más años, se notaba que la vida no había sido gentil con ella, pero en ese momento poco le importaba la vida de aquella desdichada mujer, solo una idea en su cabeza era clara, y no la consumaria con ella, eso estaba cristalino.
El lugar expelia un olor a humedad, humo de cigarrillo, látex, crema emulsionada y perfume barato, a esa altura, ya muy común para él, la poca luz y la música fuerte era casi una obligatoriedad.
La primera en acercarse fue Rochette, no pudo sino reír cuando escucho su nombre, después de esa primera impresión no tendría sexo con ella, luego de dos minutos la mujer de nombre gracioso se había apartado, el hombre, perturbado, aún pensaba en la escena que vio al llegar a su casa:

Entro por la puerta y encontro un sujetador en el suelo, pensó que tal vez era un propuesta de su esposa, que quería hacerse la interesante,  raro considerando que no tenían sexo desde aquel matrimonio hace ya casi tres meses, en realidad ambos estaban tan ebrios que estuvo muy lejos de ser placentero, una cogida que era mas como un reclamo desde la rabia más que desde la pasión, al menos así lo recordaba.
Siguió por la casa con rumbo a la habitación, invadido más por la curiosidad que la excitación.

En eso una nueva chica se le acerca, sacándolo de aquel trance, esta vez logró captar su atención, era una chica despampanante, tez blanca y cabello rojizo hasta en lo más íntimo, de facciones hermosas, bonita figura y bien proporcionada, derrochaba seguridad por cada uno de sus poros, en una osada actitud la chica se le acerca, pone sus pechos desnudos sobre él y cerca de su oreja le dice su nombre al mismo tiempo que con su mano agarra todo su miembro.
-Soy Martina, cual es tu nombre?
+Carlos, mi nombre es Carlos...
Martina llevaba mucho tiempo en el negocio como para saber cuando un hombre le decía su verdadero nombre, algunos con algo de pudor y vergüenza preferían ocultarlo, al final no importaba.
-Carlos, tan tenso que estas -dijo mientras jugueteaba con el miembro de él por sobre el pantalón,-si quieres puedo hacerte algo para que te relajes -agregó
Él asintió con la cabeza sin decir una sola palabra, ella lo tomó de la mano y juntos caminaron a un pequeño cuarto que estaba al final del local, mientras pasaban entre la gente pensó que todo el mundo lo miraba, como si superan lo que iba a hacer, lo cual era cierto, ya que todos estaban ahí por lo mismo, en el corto camino volvieron las escenas a su cabeza:

Avanzando hacia la habitación encontró una diminuta ropa interior, hace mucho que no estaba familiarizado con las prendas de su esposa, poco a poco ambos fueron perdiendo el interés por compartir ese tipo de cosas, la prenda diminuta de color rojo le causó más curiosidad, y también algo de excitación, extraña sensación que hace tiempo no sentía, al menos hacia ella. a medida que se acercaba empezó a sentir un ligero cosquilleo en la parte baja de sus testículos, una canción muy suave adornaba el ambiente, la puerta entre junta dejaba ver una esquina de la cama y el pie de ella, el que se contorneaba de un lado a otro. -Se está masturbándo-pensó

-Ya mí amor, entre no mas -dijo Martina, y con un gesto bruto tomó la cabeza de Carlos y la hundió en sus pechos, mientras que tomaba las manos de él y ponía en sus nalgas.
Luego de un par de minutos de manoseo tosco ella se pone de rodillas, suelta el cinturón de él y baja toda la ropa en un movimiento rápido, él queda desnudo y expuesto, ella lleva el control y eso no lo acababa de convencer.
-Yo se lo que te gusta -exclamó ella mientras tomaba un condón que puso en su boca, luego con mucho cuidado se acercó al pene, la punta de éste quedó en posición con el condón, y ella muy lentamente y sin despegar los labios, le pone el condón de forma perfecta, estirado, ajustado, húmedo. Con su mano izquierda toma el pene y empieza unos movimientos de masturbacion, todo sin despegar los labios del miembro, desde luego él estaba muy excitado, ella, acostumbrada. 


CONTINUARA...