lunes, 9 de marzo de 2009

Salvador Allende, el ocaso de un sueño




Hablar de Salvador Allende es hablar de el sueño de todo un pueblo, toda una nación marcando un precedente en la historia humana, una nación convertida al Socialismo por voluntad propia, no por el uso de las armas como lo hicieran Fidel y el Ché en cuba, sino que con el uso de la palabra, Allende les vendió un sueño, y el sueño se cumplió.
En documentales he visto al pueblo, mi pueblo Celebrando en las calles, calles repletas de corazones alegres, como nunca mas pudieron verse.
Hablar de la historia es cosa del pasado, de como el mismo pueblo que lo elige lo deja morir a manos de quien fuera encargado de proteger al presidente y a la nación contra un golpe de estado, han de notar la ironía en esto, el gato cuidando la carnicería.
Demás esta nombrar que la oposición al gobierno de Allende recibió dinero de EEUU, Italia, Bélgica e incluso del Vaticano para hacer una contra propaganda a la propuesta electoral del entonces no elegido aun Presidente, y ni aun con el apoyo de Naciones Externas y entidades de otros Gobiernos como la CIA, pudieron opacar a tal brillante orador, que armado solo con su voz, logro voltear a una nación, que su evolución lógica estaba dirigida al socialismo que hizo Allende para lograrlo? Lo único que el hizo fue oír a la gente, recorrió cada pueblo, cada casa, cada pieza de todo Chile, una campaña electoral de casi 20 años. El premio a su esfuerzo fue la alegría de una nación, pero como no iban a estar felices, por primera vez tenían algo propio, por ley los terratenientes debían pasar sus tierras a los trabajadores, por que eran ellos los que la trabajaban, la producción no decayó, el tren no paro, los puertos seguían abiertos, y el pueblo empezó a ganar, por fin y por única vez.
Lastima que por mi edad no alcance a palpar ese gozo, esa felicidad que había en el aire, me habría encantado caminar por las calles cantando y riendo; Después vino el sabotaje, el descontento forzado de un pueblo y el sacrificio de un soñador, el único que cumplió fielmente lo que prometió "el lugar de un presidente es en la Moneda, y la única forma de sacarme de aquí, será acribillándome a balazos", y así fue, el sueño de igualdad, de trabajo justo, de revolución que alguna vez lo tuviera el pueblo fue sepultado con él, en una tumba que ni siquiera llevaba su nombre.